
Reflexión del Evangelio de hoy
“Todos serán constituidos justos”
El Apóstol expone la dialéctica del pecado y la gracia. Por el pecado de uno vino la muerte a todos; por otro solo hombre, Jesucristo, llegó la vida a todos. Dialéctica que no equipara el mal y el bien, sino que el bien supera al mal, es más fuerte que él: Que se expresa con toda fuerza en la conocida expresión paulina: “si creció el pecado más desbordante fue la gracia”.
La expresión obliga a una visión que, a la vez de realista, es optimista de la vida e historia humana. El mal, el pecado en sus variantes diversas pertenece a esa vida y a esa historia, su manifestación suprema es la muerte; pero está superado por el bien, la gracia, que conlleva vida.
En Jesucristo estamos llamados a la vida, al bien que supera el mal, que sin duda existe, pero es superado por él. Esa es la razón última de la esperanza cuyo jubileo estamos celebrando. No cabe el pesimismo radical, los sermones apocalípticos, que más que esperanza generan miedo. Ni tampoco el abandono impenitente de quien cree que no tienen remedios sus males, sus pecados…, y no se acude a la gracia que Dios nos concede en Jesucristo.
“Aquí estoy, Señor, para hacer tú voluntad”
Por ello el salmo nos presenta ante el Señor, para hacer su voluntad. “La voluntad de Dios es que todos se salven y conozcan la verdad”, le dice san Pablo a Timoteo, 2Tim 2,3-4. Con el salmo, a la invitación de Dios de hacer su voluntad, hemos de responder confiados en Él: “Dios mío lo quiero y lo llevo en mis entrañas”.
“Estad como los hombres que aguardan”
Pero eso sí: Dios no lo hace todo. Exige de nosotros vivir en serena tensión, para recibirle a Él, a su gracia. La vida no debe ser dejarse vivir, simple existir, sin procurar que esa existencia esté impregnada de vida, de eso que es eterno, más fuerte que la muerte, y es lo más humano: el amor, la búsqueda de la verdad, construir comunidad, estar atento a la dimensión trascendente de nuestro ser humano, que se manifiesta en la presencia de Dios, de Jesucristo, en nuestra vida.
No podemos vivir en la actitud perezosa, de quien se deja llevar por la rutina, sin darse tiempo para fundamentar su ser humano en lo que le da sentido y dignidad, como el amor, la verdad, la dimensión trascendente de lo que somos, por invitación a Dios, consumada en su presencia en Jesús de Nazaret.
Pensemos en qué tiempo dedicamos al día con todas sus ocupaciones y preocupaciones, a ver ante Dios lo esencial de nuestra condición humana, y el compromiso por ser el ser humano, que Dios quiere. Que sepamos descubrir en nosotros más la gracia, lo bueno que recibimos de Dios que no nuestro pecado, más los valores de vida que los que anuncian muerte.
Tomado de: https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Autor: Fray Juan José de León Lastra O.P. – Convento de Santo Domingo (Oviedo)