En su primera exhortación apostólica titulada Dilexi Te (“Te he amado”), el Papa León XIV recordó a todos los cristianos que la fe auténtica no puede separarse del amor a los pobres. “El amor a los pobres – cualquiera que sea la forma que adopte su pobreza – es el signo evangélico de una Iglesia fiel al corazón de Dios”, escribió el Pontífice.
El documento, firmado el 4 de octubre en la festividad de San Francisco de Asís y publicado días después, subraya que la Escritura y la tradición muestran con claridad que Dios tiene un lugar especial en su corazón para los pobres y oprimidos. El Papa invitó a la Iglesia a realizar una “elección decisiva y radical en favor de los más débiles”, convencido de que esta opción preferencial es fuente de renovación para la Iglesia y para la sociedad.
El Santo Padre denunció la creciente brecha entre ricos y pobres, y señaló cómo las mujeres suelen ser “doblemente pobres”, al cargar con la responsabilidad de sus hijos y enfrentar limitaciones de derechos y oportunidades. También recordó que existen “estructuras de pecado” que perpetúan la pobreza y la indiferencia, y que los cristianos no pueden permanecer pasivos frente a estas injusticias.
En su exhortación, el Papa León dedicó un apartado especial a los migrantes, a quienes reconoció como “una presencia viva del Señor”. Citando el Evangelio de Mateo 25:35, afirmó: “Fui forastero y me acogisteis”. Para él, la credibilidad del anuncio del Evangelio depende de que se traduzca en gestos concretos de cercanía y acogida.
El documento también recorre la tradición de los Padres de la Iglesia y de santos como san Agustín, quien enseñaba que el cuidado de los pobres es prueba de la sinceridad de la fe. El Papa insistió en que la ayuda debe incluir no solo la limosna, sino también la educación, la atención sanitaria, la capacitación laboral y la creación de oportunidades dignas.
“Una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos que combatir sino solo hombres y mujeres a quienes amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy”, concluyó el Papa León XIV, llamando a todos los cristianos a recuperar la dignidad moral y espiritual mediante la solidaridad y la compasión.
