En aquel tiempo, , decía Jesús:
«¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé?
Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas».
Y dijo de nuevo:
«¿A qué compararé el reino de Dios?
Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó»
Palabra del señor…
Reflexión.
Jesús nunca define el Reino de Dios, pero nos brinda a través de las parábolas una serie de imágenes que nos ayudan a profundizar en el dinamismo que este actuar divino impregna en la realidad. Las imágenes, que se utilizan en el pasaje al que hacemos referencia hoy, nos remiten a como el Reino tiene la capacidad de crecer en extensión, como el grano de mostaza, y en intensidad, como la levadura. La semilla y la levadura permiten, por la acción del Espíritu, que la realidad se transforme. En la pequeñes de lo cotidiano Dios actúa. Cuantas cosas en nuestra vida son posible gracias a lo pequeño que nos impulsa a obrar; En cada gesto, palabra, opciones y acciones se va generando la utopía del Reino. Esta potencialidad la expresaba poéticamente don Alfredo Zitarrosa, canta autor uruguayo: «Crecen los mejores amores. Crecen desde el pie. Para sus colores, las flores. Crecen desde el pie.»
Nuestra vida cristiana está llamada a ser fermento en la masa. Por eso transformar toda la masa, convirtiéndola en un espacio propicio para que todos los seres humanos tengan una vida digna, siempre es nuestro compromiso.